Tolerancia, respeto y orgullo nacional.

En la primera noche de funciones del XXXI festival de teatro de occidente, correspondiente al día 17 de noviembre del 2013, nos acercamos a las instalaciones del Centro Teatral de Occidente “Herman Lejter” en la ciudad de Guanare, sede principal del festival y espacio en cuyas salas disfrutamos dos estupendas funciones.

Alrededor de las 7:30 ingresamos a la sala “Federico Collado” del mencionado centro teatral y allí presenciamos el espectáculo La niña azul, una producción del Centro Nacional de Teatro de Venezuela sobre el texto de José Luis León y con la dirección de Yelitza González; trabajo que combina diversas técnicas de manipulación de muñecos (títeres) y que nos permite adentrarnos en una serie de situaciones a través de las cuales se nos plantean importantes reflexiones sobre la diversidad, el respeto y la tolerancia, haciéndonos entender que no solo se trata de una mera aceptación resignada comprendiendo el valor y la importancia de las diferencias.

Evidentemente todo lo diferente nos asusta, la diversidad se nos antoja peligrosa porque nos obliga a movernos de nuestra “zona de confort” para enfrentarnos a situaciones novedosas. De allí la tendencia a la igualación forzada que nos ha llevado a enmascarar los rechazos y resentimientos pretendiendo ignorar como su corrosivo ácido se filtra y nos sigue afectando, en lugar de abordar procesos de conocimiento, comprensión y respeto hacia esas diferencias, que en definitiva, nutren la vida y nos enriquecen como sociedad.

Así las cosas, en el marco del festival de teatro de occidente, el Centro Nacional de Teatro, nos muestra la historia de Ariana Azul, una niña “diferente” por su color de piel y tan humana como cualquier otro de los personajes, cuyo proceso de adaptación y aceptación en la sociedad nos enseña que lo importante no es lograr parecernos a todos o pretender que todos se nos igualen, realmente lo importante es reconocer que todos tenemos un valor y dignidad como individuos y que solo aceptando y valorando nuestras realidades individuales podemos conformar colectivos armónicos.

El elenco conformado por Lilian Amiel (Abuelo Teófilo y Maestra Hilda), Andrea Hernández (Nieto Alex y Comisario Rotundo), Gryselt Parra (Ariana Color), John Peña (Randolfo Color y Niño Pablo), Lucia Pellegrino (Ernesta Gran Prisma y Niña María) y Yurubí Torres (Niño Ricardo); entregan su cuerpo y voces para dar vida a estos hermosos muñecos, junto a una muy funcional y atractiva escenografía de Rafael Sequera, con una eficiente dramaturgia en la cual se hacen presentes contenidos y símbolos relevantes para espectadores de cualquier edad, convirtiéndose en un espectáculo ideal para disfrutar en familia.

Más tarde, pasadas las 9:00 p.m. nos acercamos a la sala “Alberto Ravara”, sin salir del centro teatral, y allí nos deleitamos con la función que presentó el Colectivo S&V que nos visita desde Argentina, denominada Simón y cuyo autor es Isaac Chocron (Maracay 1933 – Caracas 2011).

Con una puesta en escena de Marcelo Mangone y las interpretaciones de Fernando Martin como Simón Rodríguez y Carlos González como Simón Bolívar, además del acompañamiento musical en vivo de Sergio Milman, la obra se estructura en cuatro movimientos (como una sinfonía) que el dramaturgo ha señalado sea atravesada por los cuatro movimientos de la sinfonía “Heroica” de Beethoven, pieza escrita originalmente para dedicarla a Napoleón y cuya dedicatoria fue posteriormente retirada, quedando con el nombre por el cual se le conoce actualmente.

Un trabajo de extrema disciplina y ejecución milimétrica hacen estos dos poderosos histriones, moviéndose con precisión sobre una elemental planta de movimientos con lo cual se trasladan a través del espacio escénico, dispuesto en tres partes sin separación evidente pero con dimensiones simbólicas completamente diferentes y que consiguen adentrarnos en la intimidad de la historia para conectar al espectador con su energía y juntos construir una suerte de película surrealista acerca de esta particular relación maestro – alumno y cuyos resultados hoy se aprecian por todo el continente americano.

“Simón” es una poesía sobre el hombre tras el héroe y el prohombre tras la leyenda, en un articulado de elementos conjugados sin artificios efectistas pero en cambio, lleno de actuaciones plenas, concretas y sin excesos que no permite conocer a ese Simón el hombre que a su vez hace posible reencontrarnos con la extraordinaria figura del Sol de América, desdibujada y maltrecha en el tiempo por los afanes oportunistas.

Le impresionante energía del momento culmen en el cual, prácticamente el auditorio en pleno recitaba con voz queda el Juramento sobre el Monte Sacro, en un instante de emociones encontradas, sin duda constituye el detonante que a muchos habrá se reposicionarnos en nuestro orgullo de ser “hijos de la patria de Bolívar”. 


Y no podía ser de otra manera. La noche culminó con la presentación, impecable y mágica como ya es costumbre, de la Compañía Regional de Danzas Portuguesa con un fragmentario de obras y el estreno de la coreografía de Yinezka Andrade que lleva por título “Transeúntes”, una mirada irreverente y sin miedos a la sociedad que se expresa en su espacio común, la calle. Esto es occidente y así avanza nuestro festival, ¡en movimiento!

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