Ya en la recta final del XXIX Festival de Teatro de Occidente.

Mimo, monstruos y ogros.
Alberto Ojeda


Nos encontramos ya de cara a la parte final del Festival de Teatro de Occidente 2011, 29ª edición de un evento de profunda trascendencia nacional e internacional. La del viernes 18 de noviembre fue una noche entre nubes, con nutrido público en cada una de sus funciones.

Empezamos en la sala Federico Collado, centro teatral de occidente “Herman Lejter” en Guanare, donde a las 7:00 p.m. se desarrollo el espectáculo infantil de “Germán el mimo” procedente de México.

Una suite de números basados en la pantomima que proporcionan un rato de relajado disfrute sin mayores pretensiones. Un conjunto de situaciones picarescas en cuya imitación conviene ajustar un poco la precisión técnica. Aún así, se logra una buena conexión con el público, especialmente el infantil.

En el ínterin antes de la siguiente función estuvimos revisando algunos títulos de dramaturgia venezolana puestos en venta durante el festival, conectándose así con la Feria Internacional del Libro de Venezuela que se efectúa en la vecina localidad de Acarigua, un esfuerzo de vinculación con el entorno que corrobora la vocación de amplitud y corresponsabilidad social de la organización del FTO.

Seguimos la jornada con Monstruos en el closet, ogros bajo la cama, función efectuada en la sala Alberto Ravara a las 9:00 p.m. Una obra de Gustavo Ott llevada a escena por el grupo Batahola bajo la dirección de Elvis Collado.

A propósito del texto, narraciones simultáneas de lo acontecido durante el atentado terrorista perpetrado contra el World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre del 2001, podemos decir varias cosas. Sin ahondar en las motivaciones del autor y aún con la sensación de estar frente a un trabajo de intención meramente comercial, no cabe duda que el autor logra un nivel de belleza en el texto capaz de atrapar al espectador sencillo y sin ambiciones que acude a las salas de teatro. Las situaciones están dispuestas con la intención de generar una tensión emocional profunda y cautivante. Pero no es un texto teatral y su abordaje, para quien desee asumirlo, debería hacerse desde una perspectiva más vanguardista para producir un espectáculo de gran éxito en taquilla fundamentalmente.


En cuanto a la propuesta de la agrupación, el director plantea un espacio de distribución bi-frontal donde, las dos torres encarnadas en dos actrices, narran sus vivencias e intercalan relatos de sucesos conexos con la tragedia, esta acción se apoya en proyecciones de video cuyo delicado uso debe ser mejor apuntalado para que no se riña con el desempeño de las actrices. El vestuario no aporta condiciones de estética visual acertadas y las sillas como dispositivo escénico no lucen pertinentes.

También el plano interpretativo requiere revisiones, desde la organicidad del movimiento en los desplazamientos hasta en la dicción se debe hacer correcciones. La energía está bien manejada y hay un buen ritmo general, sin embargo, no se manejan oportunamente las transiciones y el gesto requiere, más que precisión, autenticidad. En algunas escenas se logra conectar gesto y emoción pero en otras dejan de tener correspondencia.

Quizá no sea pertinente manejar expectativas de gran teatralidad en este trabajo, más una revisión acentuada puede dar lugar a un espectáculo capaz de proporcionar un goce emocional pero también estético en esta obra. Sigo pensando que la agrupación se muestra atrevida en el manejo de sus producciones pero indudablemente se necesitan correctivos, si se asume esta tarea de seguro se augura un gran futuro para Batahola.

La jornada cerró con la función de “Inmundos farsantes” de la agrupación Teatro Moriche del estado Anzoátegui bajo la dirección de Will Meza, trabajo del cual no poseemos mayores referentes. Este trabajo nos obliga a hacer una mención, puesto que refleja de algún modo la realidad del teatro venezolano y sus perspectivas de devenir haciéndonos pensar que se requiere de impostergables correcciones en todos los niveles del quehacer teatral, especialmente en aquellos espacios rectores de las políticas culturales del país.

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