El show de Clauss y por qué mataron a Paria.

Sigue el movimiento en occidente.
Alberto Ojeda

El festival de teatro de occidente no se detiene y la noche del martes 15 de noviembre fue verdaderamente extraordinaria en el complejo teatral “Herman Lejter” de la ciudad de Guanare, sede del XXIX Festival de Teatro de Occidente 2011.

Una noche en la cual pudimos apreciar la fortaleza que aún conserva el teatro venezolano en lo que a sus creadores y creadoras respecta.

Empezamos con la función de Teatrolatente del estado Lara con el espectáculo “Las Aventuras de Clauss”, desarrollada en la sala Federico Collado. Mimo, clown, marioneta y afinadas habilidades circenses permiten disfrutar un show unipersonal muy dinámico y divertido en el cual la interacción con el público juega un papel determinante. Un desempeño honesto y enérgico, bien conectado con el público, ideal para el disfrute de los niños a quienes estaba destinada esta función.

En el intermedio dado entre la primera y segunda función de la jornada nos encontramos con amigos de siempre, amigos del movimiento teatral y con quienes sostuvimos diálogos muy interesantes acerca del comportamiento actual del público. Una revisión pertinente y necesaria porque no podemos olvidar que el público hace parte fundamental del hecho teatral al punto que, sin público no hay teatro.

Y se debe hacer un estudio serio, objetivo y sistemático de las razones por las cuales cada vez es más notoria la ausencia de público, una verdad que no conviene además disimular especialmente porque, estoy seguro, no se trata de una decadencia del teatro en Venezuela sino de comportamientos sociales cuyas causas deben ser abordadas de manera consciente y responsable. Aún así el festival conserva su dinamismo y condición de principal motor de la actividad artística en la Atenas del Llano.

Después, en la Sala Alberto Ravara del mismo complejo teatral, a las 9:00 de la noche disfrutamos de “Paria” una producción del Teatro La Bacante, textos basados en aforismos de Cioran con dramaturgia de Diana Peñalver.

Emil Mihai Cioran (1911 – 1995), sus trabajos se publicaron en rumano y posteriormente en francés, su estilo se basaba en afirmaciones cortas y aforismos influenciados por Nietzsche y el pesimismo de Schopenhauer. Cioran afirma la falsedad de toda doctrina filosófica basándose en la idea de la incapacidad humana para crear ideas libres.

A partir de estás premisas y en la línea marcadamente post-modernista de los textos de Cioran, la directora crea una historia capaz de recrear la vida y muy particularmente la actualidad venezolana como un acontecimiento en la calle el cual involucra a los artistas de un circo. Un espectáculo sutil, un manjar exquisito que ha bien tendremos degustar lentamente y por partes.

En principio y lo primero que nos atrapa en esta propuesta es la depurada estética minimal y post-modernista que se hace presente en la escenografía que recrea perfectamente la calle y más aún el deambular por la vida. Junto a un vestuario acorde, de limpio diseño y plenamente acertado para incorporar el guiño de la bufonada. Todo esto compone una plástica impecable desde todo punto de vista.

Lo siguiente que nos deleita es el extraordinario desempeño de los histriones, con técnica precisa en lo gestual y corporal, el movimiento provoca un deleite conmovedor con coreografías pertinentes, que no se riñen con el gesto y la emoción en ningún momento.


Sin embargo, nos invade la sensación de estar frente a un espectáculo que apuntala el trabajo del cuerpo al extremo de sacrificar el desempeño vocal y los extremos nunca son buenos. Es difícil conectarse con el fondo de la obra debido a que, durante la introducción el uso de la máscara distorsiona la proyección vocal e impide entender los parlamentos, también más adelante y de forma reiterada nos encontramos frente a episodios en los cuales se atropella el texto. Solo se salva la parte musical la cual si resulta muy bien concebida.

En su dramaturgia, Paria se constituye en un reflejo velado, discreto pero contundente de la realidad, con connotaciones de carácter universal pero muy específicamente de Venezuela. Paria es conducida a la muerte por cantar proclamas de libertad, de amor a la vida en el arte, de conciencia y responsabilidad frente a los otros.

Los artistas de un circo son conminados a cambiar su espectáculo por ser contrario a la “norma” y llevados al extremo de un susto para dejarles claro el mensaje. Una sociedad que juega a ajustarse a la norma para servirse de ella, aprueba y acompaña ferozmente a la autoridad sin saber si llegará también a ser victima del sistema.

La manipulación, el juego de intereses, la solidaridad y la libertad creativa se ven enfrentados en un proceso que nos hace concebir la vida como un absurdo y en el cual la muerte adquiere un sentido de provocación trágicamente atractivo.

Así pues, el teatro La Bacante apuesta por una propuesta de profundo impacto visual y conceptual en la cual destacan las actuaciones de Lismar Ramírez en el papel de Almitamía y Diana Peñalver como Paria. Junto a Orlando Paredes, Marco Suniaga, Jericó Montilla y Abel García, quienes hacen lo propio en la concreción del hecho escénico.

Quedan por revisar aspectos como: el desempeño vocal, cuidando tono, dicción y ritmo; condiciones técnicas en el uso de la máscara, manejo de la energía para que no quede confinada al espacio escénico y logre trascender hacia el público, además del ritmo general de la obra para evitar que el disfrute plástico se extravíe en la búsqueda de resolución de las situaciones.

¡Bravo por La Bacante y su atrevimiento al pedir respeto para los artistas!

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