Para vivir todo lo humanamente vivible hace falta una utopía.
Pedro
Alberto Torriente (1954 – 2005), fue un actor y dramaturgo cubano egresado de
la Escuela Nacional de Teatro en la especialidad de actuación. Impartió clases
en el Instituto Superior de Artes (Cuba), en la Real Escuela Superior de Artes
Dramáticas de Madrid (España) y en la sociedad dramática de Maracaibo
(Venezuela). Es el autor de “Manteca”.
Escrita
en 1993 la pieza se sitúa en La Habana de la década de los
90, cuando a causa de la caída de la Unión Soviética, aliado de la isla después
del bloqueo impuesto por Estados Unidos en 1960, el país atravesaba una fuerte
crisis económica. Narra, entre la farsa y la comedia, la historia de tres
hermanos atrapados por la precariedad entre sus frustraciones y anhelos en un
núcleo familiar que lucha aún con recursos insólitos al margen de la ley,
sobrevivir a la penuria existente.
La situación descrita es apenas
una excusa para enfrentarnos a dimensiones de significado profundas y
angustiantes, cada personaje se nos revela como un símbolo que grafica la
humanidad en sus diversos roles pero además el texto sugiere metáforas sublimes
hábilmente estructuradas entre la ironía y el humor.
Se trata del retrato de un desgarrador
acontecimiento social y las maneras como sus víctimas lucharon por
sobreponerse. Manteca no solo cuenta esa terrible etapa en el devenir
revolucionario de Cuba y conocido como “período especial” sino que además nos
sitúa ante una reflexión de validez universal acerca de las ilusiones, la
necesidad de una utopía.
Y por tener esas condiciones de
referencia hacia valores universales es que nos conduce a ubicarnos frente a
los acontecimientos de nuestro propio país y obliga a la reflexión sobre la
pérdida de valores como la identidad y tener un propósito de vida en medio de
una circunstancia que plantea las seguridades materiales como única condición
indispensable para sobrevivir, abandonando las necesidades emocionales y el
valor de los ideales.
Teatro del Sol (Cuba) no es
complaciente en sus trabajos, en cada montaje aborda un profundo trabajo de
investigación y creación artística que permite dar a sus espectáculos una
amplia gama de interpretaciones, con características que de muchas maneras
resultan retadoras para el espectador. En primer lugar porque asumir un trabajo
artístico desde su mera concepción aparente (sin ánimo de restarle ninguna
importancia a ello) nos desvincula automáticamente del hecho artístico cuando
somos incapaces de asimilar el contenido de la obra.
Asistimos pues a la función de Manteca, dirigida por Sarah María Cruz,
con las actuaciones de Valia Valdés Rivero, Renecito de la Cruz y José Ignacio
León, en una producción del Teatro del Sol; efectuada en la sala Alberto Ravara
del Centro Teatral de Occidente “Herman Lejter”, en Guanare la noche del 21 de
noviembre del 2013, como parte de la programación del XXXI Festival de Teatro
de Occidente.
Se trata de un producto escénico
que luce a medio camino en su construcción histriónica y en su concepto
plástico pero bien encaminado hacia el manejo del subgénero de la farsa como
estrategia para el planteamiento de contenidos que bajo otras condiciones
podrían resultar demasiado trágicos e hirientes.
Finalmente, considero importante
un dato: lo que mantiene unida y sobreviviendo a esta familia no es un puerco,
es la ilusión de poder seguir adelante. Esa misma ilusión o utopía que muchas
veces se nos obliga a sacrificar pero que siempre podemos rescatar. Los
venezolanos como sociedad todavía estamos a tiempo para evitar la muerte de la
utopía nacional a causa de nuestras propias manos.
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