La tentación de los Clásicos.

El Principito.

El pasado domingo 10 de julio me dirigí al auditórium “Ambrosio Oropeza” de la UCLA en Barquisimeto para apreciar la función de “El principito”, basada en el texto de Antoine de Saint-Exupéry y presentada por la agrupación teatral “5 y Acción” bajo la dirección de Ricardo Catevilla. La oportunidad fue válida para pulsar una vez más en la situación del teatro en esta región del país y corroborar la importancia del acto reflexivo en conexión con el hecho escénico.

Tener por cierto, que manejar un texto clásico nos garantiza el éxito en el tremendamente complejo acto creativo al cual llamamos teatro, es una tentación recurrente en las agrupaciones y sus directores, tentación ante la cual se cede con demasiada frecuencia terminando por ser conducidos al error. Y tengo la sensación de que en este caso los resultados de este error se mostraron en escena.

Empiezo por destacar dos elementos de luz dentro de esta producción infantil, en primer lugar el empeño honesto y entregado de los histriones por mostrarnos un trabajo actoral bien estructurado y con buen ritmo en su ejecución. En segundo lugar, un diseño de vestuario acorde a las exigencias propias del teatro infantil.


Pero la belleza del vestuario y el esfuerzo del elenco naufragan entre una puesta en escena de muy pobres recursos, con un manejo del audio a destiempo y sin ningún cuidado en el trabajo de iluminación, sumado a la inconveniente manera de utilizar el video con proyección frontal cuando habría sido más eficiente la proyección inversa o posterior. A esto añadimos un montaje de ritmo incierto con espacios vacíos que son ocupados por la duda.


Entonces cabe preguntarse: ¿Qué pasó con la dirección? Porque no solo deja sin resolver muchos aspectos de la puesta y el montaje, además maneja mal los códigos del teatro infantil, hace una entrada sin impacto, permite la aparición de estereotipos comerciales en sus personajes para hacerlos más atractivos quizá, introduce el juego de manera anárquica casi, y termina de una manera confusa para los niños.


En medio de todo, creo honestamente que la agrupación tiene cualidades importantes y talentos valiosos para aportar al movimiento teatral, creo además que es meritorio el empeño de hacer teatro de forma independiente. Pero creo todavía más en la necesidad de revisar y reflexionar sobre el trabajo realizado. Ojalá estas observaciones sirvan para dar una nueva mirada a esta producción que puede ser todo un acontecimiento si se corrigen los problemas presentes. Es una responsabilidad muy grande la que tienen las agrupaciones en cuanto a la educación del público, no solo en cuanto al comportamiento en sala o la asistencia a los espectáculos, sino en cuanto a la calidad ofrecida en cada presentación.

Es necesario por tanto que los ejercicios de reflexión que ya se asumen en otros lugares del país sean abordados también como parte del quehacer teatral en tierras larenses porque, estoy convencido, tienen mucho potencial y mucho valor artístico para aportar a la causa que nos une y nos mueve: el teatro.


Porque el teatro es un planeta muy pequeñito y es preciso estar atento para evitar que los Baobab lo hagan pedazos al crecer.

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