El desconocido.

Nuestro país vive un momento histórico de características muy singulares, el fantasma de la crisis parece recorrer el alma misma de la nación y allí, justo en medio de tantas dificultades, surge el nuevo trabajo de la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa (CRTP), que lleva por título “El desconocido” y fuera exhibido en la sala Alberto Ravara del centro teatral “Herman Lejter” de la ciudad de Guanare. Con textos de Tomás Jurado Zabala bajo la dirección de Carlos Arroyo, entre el 24 de junio y el 03 de julio de 2011.

Como gigantes que se levantan de en medio del fango portando el fuego nuevo de Prometeo, así este extraordinario grupo de hombres y mujeres dignifican el oficio, su oficio de todo una vida, reinyectando nuevas energías al quehacer teatral en un esfuerzo que a cada portugueseño, así lo siento, debería llenar de orgullo.

El inusual proceso creativo abordado en la preparación de esta producción habla de la vocación por el trabajo en colectivo y la capacidad tremenda y siempre riesgosa de apostar por los talentos de su staff, desde estas consignas surge pues un trabajo que si bien discurre entre las letras de este extraordinario dramaturgo que es Tomás Jurado se nutre de diversas fuentes en su composición y nos revela a un Carlos Arroyo que se reinventa y asume nuevos riesgos en su carrera como director permitiéndonos disfrutar de un drama épico impecablemente concebido.

El ensayo de un “acto cultural” que transcurre en un centro de reclusión en los días próximos al estallido social del 27 de febrero de 1989 conocido como “El caracazo”, es la excusa para presentarnos un conjunto de ideas que nos confrontan y nos obligan a revisar nuestro ideario nacional. Progresivamente, mientras los reos de aquella prisión estatal se ocupan de los ensayos de su obra de teatro, nos van dejando ver la figura del Libertador Simón Bolívar desde tres perspectivas en particular: sus amores, sus culpas y traiciones, desde un ángulo que va más allá de lo histórico y se anima a plantearnos ideas diferentes de aquellas que nos han venido enseñando desde siempre.


En paralelo y conectados a la idea del ensayo para el acto cultural, dos personajes nos revelan datos de nuestro devenir como nación y el modo como el estado y la cultura o más bien el llamado movimiento cultural, ahora y desde siempre, han venido moviendo sus piezas para hacernos creer aquello que se corresponde a sus intereses.

De manera que nos encontramos frente a un trabajo que si bien parte de un momento histórico en concreto, es capaz de proyectarse en el tiempo para hacernos reflexionar sobre nuestra actualidad como país. Un montaje con profundas implicaciones históricas, sociales y políticas, presto a la interpretación desde diversas ópticas y en cuya dramaturgia el autor ha logrado exorcizar hábilmente el fantasma del panfleto que tan recurrente se ha vuelto en el teatro histórico de nuestros días.

Pero además, se trata de un trabajo de alto valor artístico, con una puesta en escena que bien estructura y materializa los conceptos y las técnicas que acerca del drama épico popularizara Bertolt Brecht, un escenario irreal por su simpleza pero que logra transmitir la idea del espacio confinado (la prisión) sumado a un manejo de la iluminación que sin llegar al drama consigue aportar la temperatura emocional requerida en cada caso.

Punto especial lo constituye el desempeño de los histriones que conforman el elenco: Edilsa Montilla, Aníbal Grunn, Jesús Plaza, Wilfredo Peraza, Julián Ramos, Job Jurado, Efraín Castillo, William Ocanto y Roimber Peraza. Cada uno con actuaciones honestas, conmovedoras e incluso perversamente deliciosas como es el caso del funcionario de cultura. El absoluto apego a la técnica de Brecht sin menoscabo de la fuerza emocional en las interpretaciones habla de un elenco con muestras muy definidas de madurez en el oficio.

Drama, comedia, fantasía, realidad, historia y actualidad, todo se mezcla habilidosamente para permitirnos disfrutar una grandiosa producción de la CRTP que nos deja un sabor agradable en la boca y la certeza de que el teatro en Portuguesa sigue vivo y cada vez más vigoroso.

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