Amor, culpa, resentimiento y miedo, en una noche teatral intensa
Justo a la mitad del XXXIV Festival de Teatro de Occidente
hemos recibido, a las 7:30 pm del 15 de noviembre de 2016. en la sala Federico
Collado del Centro Teatral de Occidente “Herman Lejter” en Guanare, a la
agrupación capitalina Teatro San Martín con su obra “Lírica”, texto de Gustavo
Ott bajo la dirección de Luis Domingo González.
Una metáfora profundamente conmovedora acerca de la
fragilidad del alma humana cuando las emociones se nos escapan de control; y de
cómo actuando así, por impulso y no desde una razón coherente arrastramos a
todo nuestro entorno causando un impacto social cuyas consecuencias rara vez
somos capaces de apreciar y menos aún de asumir.
Un acontecimiento desgraciado altera la vida de dos familias transformando,
lo que podía ser un devenir armonioso en un presente de angustias cuyo génesis
está en el dolor y hacia el dolor conduce. En ese paréntesis se entremezclan
con furia el resentimiento y la culpa encarnados en dos mujeres, dos madres
obligadas por las circunstancias a ser cabeza de su núcleo familiar y con ello
a empujar una dignidad que no necesariamente obedece a sus deseos más íntimos.
Así las cosas, culpa y resentimiento se estrellan de frente con el amor en la
que quizá sea la más poética de sus formas: amistad. La amistad de dos almas
puras que conocen su realidad circunstancial pero no se dejan condicionar por
ello, haciéndonos pensar que tal vez, para volver a ser verdaderamente humanos,
lo único que necesitamos es el perdón. No dejar que las circunstancias nos
definan.
Y mientras todo esto acontece, tiembla. Tiembla en aquel
colegio, en aquella ciudad, en ese país. Entonces se comprende la metáfora. Ese
colegio, esa ciudad, es Venezuela, que se estremece con los acontecimientos
actuales. Norway y Abril, esas dos madres enfrentadas, son esos polos radicales
en pugna dentro de la sociedad venezolana, agitados por el resentimiento y el
gusto perverso que se adquiere jugando el papel de víctima por un lado;
atrapados por la culpa los otros, incapaces de pensar con claridad en cualquier
caso.
En medio de todo están los otros, esos que no aceptan
sucumbir bajo el peso de la realidad, que no se dejan arrastrar por pasiones
desbordadas y se empeñan en ver más allá, se esfuerzan por no perder lo mejor
del alma humana, demostrando con su ejemplo que lo mejor de nosotros mismos
solo será posible expresarlo trabajando en conjunto, permaneciendo unidos,
entendiendo que separarnos solo serviría (como está sirviendo) para
destruirnos.
Carolina Torres, María Brito y Verónica Arellano son las
actrices encargadas de dar vida a los personajes, tres mujeres, a través de los
cuales el dramaturgo presenta una reflexión, en clave poética al tiempo que
contundente frente a la desarticulación feroz de la sociedad venezolana, que no
logra encontrar espacios para el reencuentro, la reconciliación y
transformación en favor de la vida. Actuaciones profundas, equilibradas, precisas en ritmo y gesto, plenas de magia, de
“lírica”, solo con un pequeño error de dicción en la palabra “neandertal” que
siempre se escuchó como: neardental.
Se completa el espectáculo desde la dirección con una puesta
en escena de estilo clásico, una planta de movimiento cargada de acciones
repetitivas hasta la angustia, refuerzo preciso del texto y una iluminación
bien diseñada para crear la temperatura emocional requerida en cada cuadro.
Bravo Teatro San Martín, gracias por traernos su “Lírica” y
recordarnos que en el arte se encuentra lo mejor del alma humana y el remedio
para los grandes males de hoy.
Enseguida nos trasladamos a la sala Alberto Ravara, espacio
tomado por el Teatro de Repertorio Latinoamericano (TEATRELA) bajo la dirección
de Costa Palamides para la presentación de “Dónde caerme viva”, obra del
dramaturgo Elio Palencia.
Continua Palencia haciendo visibles a través de sus textos
los muy variados matices de la homosexualidad en el contexto social venezolano
con innegable acento reflexivo y ánimo de denuncia sin caer en lo panfletario,
sino más bien con la naturalidad propia de esta realidad que es hoy cotidiana a
despecho de muchos. Desterrando viejos paradigmas y desechando clichés
desgastados para dar espacio a la homoafectividad que es, lo que en el fondo,
asusta a tantos.
La historia es común, ocurre a diario sin que logremos
percatarnos de ello. Familias rechazan a sus consanguíneos argumentando ser
expuestos “por su condición” al escarnio público. Pero se sienten totalmente a
gusto reclamando los bienes que “los pervertidos” han sabido conquistar al lado
de esa otra persona que les brindó el afecto y respaldo que otros le negaron.
Entonces cabe plantearse el interrogante: ¿Es correcto rechazar a un familiar,
discriminándole por la razón que fuere, y luego a su muerte reclamar todos sus
bienes materiales?
Pero eso no es todo, Elio Palencia espeta a las doctrinas religiosas
que fomentan la práctica del “amor a condición”, una suerte de: yo te amo si
cumples mis condiciones. Y conduce la discusión fuera del plano meramente
físico en el cual suele encasillarse a las relaciones homoafectivas para
llevarlo al terreno de las emociones humanas, espacio donde las diferencias se
diluyen como desaparece la niebla al amanecer y la esperanza brilla con vigor
inextinguible. Queda claro que los personajes y las historias son solo excusas
para mostrar sobre el escenario, desnuda y sin pudor, el alma humana, con sus
miserias y sus luces, sus cimas y valles, recordando que somos humanos, todos,
y eso no podemos evadirlo.
Las actuaciones de
Nirma Prieto, Marisol Matheus, Norma Monasterios, Juliana Cuervos, María
Alejandra Tellis, Daifra Blanco y Ruth Cabeza, están cargadas de entrega,
precisión, verdad y goce estético, con un excelente desempeño vocal en el cual
las canciones se mezclan con los parlamentos de forma equilibrada para complementarse
en total armonía. Cada personaje encarna un aspecto de la humanidad que se
exhibe sin tapujos, con total naturalidad y libertad.
La puesta en escena por su parte nos hace pensar en un
gigantesco armario, espacio simbólico socialmente aceptado para estas
relaciones, enclavado al centro de un dispositivo escénico estilo arena sobre
el que se desarrolla una planta de movimiento poco convincente puesto que no alcanza
satisfacer todos los ángulos de visión de los espectadores. Este detalle, sin
embargo, no afecta la imponencia de este producto escénico que impacta con
fuerza al público provocando contradictorias reacciones que van desde el
rechazo hasta la solidaridad emotiva.
Dos portentosas agrupaciones, dos extraordinarios
dramaturgos. Un tropel de talentosas mujeres invadiendo el Centro Teatral
“Herman Lejter” de Guanare. Así transcurrió la noche del martes en el 34 FTO,
así avanza el movimiento de un festival empeñado con evidente acierto, a
mostrarnos teatro de excelente calidad en su realización tanto como en su
contenido.
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