Del laberinto a la sinfonía.
Vienen llenándose de vida, de
bullicio y ambiente festivo, los espacios del Centro Teatral de Occidente “Herman
Lejter” en la ciudad de Guanare, donde se desarrolla desde el pasado viernes 14
de noviembre de 2014 la 32ª. Edición del Festival de Teatro de Occidente, esta
ocasión en homenaje a la memoria del maestro titiritero Eduardo Di Mauro.
Continuando con la programación,
el lunes 17 a las 7:30 p.m. en la sala “Federico Collado”, se realizó la
función de “Robinson en la casa de Asterión”, aquilatado trabajo de la Compañía
Regional de Teatro de Portuguesa y el Teatro Estable de Portuguesa de la pluma
del dramaturgo Tomás Jurado Zabala y bajo la dirección de Carlos Arroyo.
Cuarta mirada que como espectador
doy sobre esta producción y cuya función me resultó extraña por varios motivos,
en principio porque si bien continúa siendo el encuentro de dos potentes
histriones en escena: Aníbal Grunn interpreta a Simón Rodríguez y Wilfredo
Peraza es Asterión, se dejó notar un descenso en la calidad interpretativa de
Peraza, específicamente en lo relativo al desempeño corporal. Otro aspecto (que
seguramente pudiésemos aclarar consultando las intenciones del director) radica
en el cambio de la máscara que ahora nos aleja de la figura del Minotauro en
lugar de acercarnos a ella.
Aun así, continúa siendo un gran
espectáculo, lleno de símbolos y contenidos de profundo alcance que se disfruta
y agradece.
Posteriormente pasamos a la sala “Alberto
Ravara” para apreciar pasadas las 9:00 p.m. la segunda función de la noche, a
cargo del grupo de teatro La Cuchara que nos visitó desde Argentina.
Una construcción escénica con
elementos del teatro performance y la danza contemporánea que, sin llegar a
emocionar, atrapa por la entrega honesta de sus intérpretes: Federico Bagnato y
María Belén Mura. Convendría revisar la dramaturgia del trabajo para esclarecer
intensiones y aportar estructura orgánica al desempeño.
Así transcurre este 32º. FTO,
moviéndose con habilidad impresionante para llevarnos en una noche apenas, del
laberinto de Asterión a la Symphonia de los visitantes argentinos.
J. Alberto Ojeda
Comentarios
Publicar un comentario